Liberia

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LA IGLESIA CATÓLICA SOMOS UNA FAMILIA


La Iglesia católica que camina en Liberia reúne casi a un 10 por ciento de su población. Somos pocos pero muy bien avenidos. Vivimos y trabajamos como lo que somos, una única familia con un mismo Padre y un mismo corazón. 


 Las Misioneras de la Caridad tienen una casa donde acogen a todo el que lo necesita. Siempre tienen un numeroso grupo de jóvenes madres con sus bebes, aprendiendo la hermosa tarea de cuidar de un hijo.


La misión de la Comunidad Cenáculo, en la que viven unos cincuenta niños, está situada en el mismo lugar que el Santuario de la Virgen. Un lugar en el que la alegría rebosa en cuanto cruzas por su puerta.


Junto a estos, las distintas parroquias diocesanas, el Hospital Católico de los Hermanos de San Juan de Dios, las Hermanas Hospitalarias, los colegios de los Salesianos... todos, lugar de encuentro con el  Señor.

SANANDO LAS HERIDAS DEL CUERPO


Dios sigue amando hoy al mundo a través de ti y de mi, nada de lo humano le es ajeno, ni siquiera el sufrimiento, el dolor o el cansancio.

En Liberia tenemos el regalo de verle amar a los suyos a través de las manos de aquellos que han sido llamados a servir a los enfermos, especialmente a través del doctor Marlon Fernández, médico misionero de la Comunidad Cenáculo.

Junto a él realizamos visitas médicas a los asentamientos de refugiados y a los lugares más pobres de Monrovia y sus alrededores, proporcionando también tratamiento farmacológico y derivando a aquellos que lo precisan al Hospital Católico de Monrovia, cubriendo su coste económico gracias a las donaciones que recibimos.


La sed de servir y de amar ha animado ya a muchos sanitarios españoles ha responder a la llamada de Dios para entregarse a los más necesitados aquí en Liberia. Es por ello que cada año organizamos viajes con personal sanitario dispuesto a ser luz para aquellos que más sufren. 


“Un cuerpo como el de Cristo, herido, perforado, sangrante, nos hace ver que no se vive porque se respira, sino porque se ama.” 



AMAR, AMAR, AMAR Y SERVIR


Vivimos en medio de la ciudad rodeados de la población liberiana. Con el tiempo hemos ganado amigos, vecinos, familias con los que compartimos todo lo que tenemos.


Somos una familia entre familias que comparte alegría y sufrimientos con todos y cada uno de los que se acercan a casa. Toda la ayuda que recibimos se reparte entre las distintas misiones y las familias que viven cerca de nosotros.


La mayor necesidad de este mundo es amar y sentirse amado, y de esto nunca nos falta. Las cosas materiales se acaban pronto, pero el amor y la amistad permanece para siempre.

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